Una palabra amable y sentida abre muchas puertas, derriba murallas inquebrantables y se hace oir en la multitud y el ruido cotidiano. La sencillez del lenguaje es el motor que inspira a la buena voluntad y la predisposición con el otro. Una palabra simple, una palabra medida es siempre bienvenida y es el buen soporte de una buena comunicación. Cuando tus palabras son duras y carecen de la sensibilidad y de la suavidad del corazón, golpean, lastiman, entran por la fuerza en la vida del que las lee. No siempre, casi nunca lo que se da da por la fuerza se aprehende, se hace carne.
La palabra es la llave maestra por naturaleza, pocos son los portadores que pueden hacer uso de ella con digna presencia.
Todos podemos: se aprende en casa, en la escuela, con los amigos, por voluntad, con corazón, todos tenemos el poder de abrir vidas y corazones que jamás se han mostrado a la luz. Todos podemos... hay que querer, hay que sentir y nada es imposible.
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