Hoy fue día de cena con compañeros de trabajo.
Rica cena, como siempre. Buena charla, buena gente. Ambiente tranquilo y muy distendido. Eso si! cara la cuenta jaja. Me quedé sin un peso en la billetera... eso que iba preparada!
La charla normalmente discurre entre temas de escuela, alumnos, parejas que se forman, amantes secretos y toda esa ola de chismecitos que tiene toda institución escolar. Claro, era salida de mujeres....
Entre anécdota y anécdota...entre risa y risa, una de mis compañeras de trabajo comenzó a comentar todo su camino para ser madre. Lo que había luchado, lo que había pagado, los años que pasó con tratamientos, los viajes a Buenos Aires, los exámenes, los manoseos, los diagnósticos que la condenaban a no ser madre, tanto, tanto... que no se si alguien sería capaz de aguantar todo eso.
Quedar embarazada, ilusionarse, perder el embarazo, quererse morir y volver a empezar.
Entonces comentó como tuve a su única hija, Brenda. Hermosa niña. Ella enferma del corazón, sin poder aguantar siquiera un embarazo simple. A pesar de todo diagnósticado por el médico, queda embarazada de cuatrillizos, como a los cuatro meses y medio de embarazo, le provocan el parto... y tiene a sus cuatro hijos. Cada uno pesaba poco más de medio kilo. Como con su pareja han luchado, como sus hijos se fueron muriendo de a uno, hasta quedar solo ella, Brenda, que hoy tiene siete años, Si vieran los ojos de la madre y la emoción con la que cuenta su historia. Como Brenda ha mejorado, como aprende, como hoy con sus audífonos puede escuchar normalmente, como crece, como ama, como vive, cada palabra que puede repetir, como canta, cosas tan simples para una madre cualquiera, que para esta madre resultan ser milagrosas. Con cuatro meses y medio de gestación, Brenda hoy tiene siete años... y más allá de una leve sordera, es una chica normal, con dos padres que han dado alma y vida para tenerla, para cuidarla, para que hoy esté con ellos.
Cada avance fue un regalo: que 100 gramos más, que un movimiento más, que caminar, que un balbuceo, un poco más, cada vez un poco más.
Ver los ojos de una madre llenos de lágrima que mira a su hija con orgullo de sentir que gestó un milagro, que Dios le dio la oportunidad de ser madre a través de un milagro, es conmovedor.
Y sigo pensando... lo que podemos llegar a hacer algunas mujeres que queremos ser madres, cuanto sacrificio solo por un hijo. Cuanto agradecimiento, por el hecho de tenerlo vivo, sano y con ellos.
Ser madre es maravilloso, pero haber peleado con alma y vida para serlo es una honra, un honor. Algo tan normal, que para algunos se convierte en algo excepcional... algo tan común y que para otros sea algo más que conmovedor. Ser madre normalmente es honorable también, no cabe dudas... pero me admiro de las personas que han tenido que superar tantas barreras para serlo, porque ponen en juego más que su instinto maternal....
Rica cena, como siempre. Buena charla, buena gente. Ambiente tranquilo y muy distendido. Eso si! cara la cuenta jaja. Me quedé sin un peso en la billetera... eso que iba preparada!
La charla normalmente discurre entre temas de escuela, alumnos, parejas que se forman, amantes secretos y toda esa ola de chismecitos que tiene toda institución escolar. Claro, era salida de mujeres....
Entre anécdota y anécdota...entre risa y risa, una de mis compañeras de trabajo comenzó a comentar todo su camino para ser madre. Lo que había luchado, lo que había pagado, los años que pasó con tratamientos, los viajes a Buenos Aires, los exámenes, los manoseos, los diagnósticos que la condenaban a no ser madre, tanto, tanto... que no se si alguien sería capaz de aguantar todo eso.
Quedar embarazada, ilusionarse, perder el embarazo, quererse morir y volver a empezar.
Entonces comentó como tuve a su única hija, Brenda. Hermosa niña. Ella enferma del corazón, sin poder aguantar siquiera un embarazo simple. A pesar de todo diagnósticado por el médico, queda embarazada de cuatrillizos, como a los cuatro meses y medio de embarazo, le provocan el parto... y tiene a sus cuatro hijos. Cada uno pesaba poco más de medio kilo. Como con su pareja han luchado, como sus hijos se fueron muriendo de a uno, hasta quedar solo ella, Brenda, que hoy tiene siete años, Si vieran los ojos de la madre y la emoción con la que cuenta su historia. Como Brenda ha mejorado, como aprende, como hoy con sus audífonos puede escuchar normalmente, como crece, como ama, como vive, cada palabra que puede repetir, como canta, cosas tan simples para una madre cualquiera, que para esta madre resultan ser milagrosas. Con cuatro meses y medio de gestación, Brenda hoy tiene siete años... y más allá de una leve sordera, es una chica normal, con dos padres que han dado alma y vida para tenerla, para cuidarla, para que hoy esté con ellos.
Cada avance fue un regalo: que 100 gramos más, que un movimiento más, que caminar, que un balbuceo, un poco más, cada vez un poco más.
Ver los ojos de una madre llenos de lágrima que mira a su hija con orgullo de sentir que gestó un milagro, que Dios le dio la oportunidad de ser madre a través de un milagro, es conmovedor.
Y sigo pensando... lo que podemos llegar a hacer algunas mujeres que queremos ser madres, cuanto sacrificio solo por un hijo. Cuanto agradecimiento, por el hecho de tenerlo vivo, sano y con ellos.
Ser madre es maravilloso, pero haber peleado con alma y vida para serlo es una honra, un honor. Algo tan normal, que para algunos se convierte en algo excepcional... algo tan común y que para otros sea algo más que conmovedor. Ser madre normalmente es honorable también, no cabe dudas... pero me admiro de las personas que han tenido que superar tantas barreras para serlo, porque ponen en juego más que su instinto maternal....
No hay comentarios.:
Publicar un comentario