No me gusta el negro. No lo elijo. Lo alejo constantemente, trabajo para no tenerlo, para que no se adhiera a mi vida.
Me gusta el blanco, pero no me elije, no me da sensaciones amables ni agradables, me resulta insípido en la vida.
Me gustan los colores, los más brillantes, los más hermosos, pero no puedo colgármelos a la fuerza, porque me pesan, no son míos, son de otros y los admiro, los envidio.
Soy un ser gris, de esos que andan por la vida con sus tristezas a cuestas y con las sonrisas forzadas. Soy de esos seres que con la melancolía riegan la vida, aferrada a los recuerdos, a los rencores, a los errores. Un ser gris que le cuesta levantar vuelo y que cada día se debe autoconvencer de que puede dar más, de que puede hacer más. Luchar, todo los días luchar, esforzarse, trabajar para no ser parte de la noche. No soy oscura, pero tampoco soy luz. No soy muerte, pero me cuesta darte vida.
Me cuesta reir espontaneamente, pero naturalmente fuerzo la sonrisa y se me nota y me incomoda. Me gusta el silencio, pero me obligo a la palabra para no quedarme en soledad, para compartir, para no ser una desconocida más, para que no se alejen sin más.
Soy un ser gris, que camina sola por la vida, que tiene su objetivo claro y nada la detiene. Nunca seré el alma de una fiesta ni la visita más entretenida, pero puedo dar certezas de que quiero cambiar y aunque poco logre, avanzo cada día un paso más. Un paso es un paso.... alguno me dirá que es fracaso, otro que es un triunfo en medio de la adversidad, para mi, el ser gris, es el comienzo, solo el comienzo de un largo caminar.
